El Homo fue primero individualidad, comenzó a defender y aferrarse
a sus propiedades: una piedra cortante, un martillo, un trozo de alimento, una
piel de abrigo. Luego compartió el medio ambiente y las cavernas que habitaba
con otros semejantes: esos proto
hombres comenzaron a socializarse. Intuyeron que debían unirse para enfrentar problemas comunes, como forma de alimentarse, mantenerse y perpetuarse como
especie. Pero nunca perdieron su unicidad, y pelearon con ferocidad para
mantenerla.
Luego, 7, u 8, o quizá 10 mil años de una interminable
cadena de guerras, acuerdos y desacuerdos, amores y odios, hazañas y traiciones,
vida, muerte, miserias, hambrunas, pestes, dioses, religiones, arreglos y
desarreglos, técnicas y magias, sombras y luces a lo largo de la Historia, el ser
humano llegó hasta hoy día.
Viaje complejo si los hubo, hasta un presente complejo si
los hay. Y un futuro incierto, quizá también complejo.
Cuanto ha cambiado el escenario desde unos siglos hasta
aquí?
En algunas cosas mucho. En otras muy poco, o nada.
Hoy día la Humanidad se auto-engaña con un tinte dadivoso,
creando organismos con finalidades que ya todos sabemos nunca se van a cumplir
en su totalidad. Cuando miro el Mundo y veo su evolución, concluyo que algunas
de estas organizaciones me resultan cada vez más ineficientes en el logro de
sus cometidos, por no caer en el desánimo de decir que son casi absolutamente
inútiles. Algo se hace. Pero aun no alcanza.
El Hombre creo la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) para organizar, proteger y defender el trabajo de los seres humanos, pero
aún quedan más de 200 millones de niños menores a 12 años trabajando en
condiciones infrahumanas, 50 millones de ellos en el África subsahariana. El
trabajo de esos niños es muchas veces riesgoso para su salud física, mental, espiritual y moral, e interfiere
con su desarrollo social y con su educación.
Esos niños, -que constituyen el futuro del Planeta-,
deberían estar estudiando, sanos, bien alimentados y emocionalmente contenidos, en lugar de desprotegidos, malnutridos y sin los puntos de referencias
imprescindibles para empezar a recorrer el camino de vida. Es muy difícil que puedan desarrollar todo su
potencial desde una desigualdad de condiciones en referencia a los que sí
pueden hacerlo.
El Hombre también creo la Organización de Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (FAO), pero mientras el primer Mundo tira
la comida que le sobra en millones de restaurantes, entre 40 y 60 millones de
personas mueren cada año debido al hambre y las enfermedades relacionadas: la
mayoría son niños.
El primer Mundo desperdicia y mal administra sus recursos
alimentarios, mientras el 28% de la población asiática está a punto de morirse
de hambre, en el continente africano uno de cada cuatro seres humanos está
malnutrido, y en Latinoamérica una de
cada ocho personas se va a dormir hambrienta cada noche.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) no logra impedir
que 35 millones de personas estén enfermas de VIH/Sida, la última gran pandemia,
y que un número indeterminado sean portadores del virus: más de la mitad están en
el África subsahariana.
No es casualidad que el sector más “enfermo” del Planeta sea
el Tercer Mundo. Allí, además de Sida, malaria,
tuberculosis y otras malas yerbas, no hay dinero suficiente para mejorar sus servicios higiénicos ni sanitarios y los
medicamentos para las enfermedades son demasiado caros, se han dejado de
fabricar o bien no existen porque no
se ha llevado a cabo la investigación necesaria. Parece ser que hoy día, el eje del mercado farmacéutico es el retorno de
los beneficios. Allí donde no hay mercado, no hay investigación y el resultado de todo esto es
que el 80% de la población mundial no puede
acceder a los mejores medicamentos.
El Hombre creo la Organización de Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), pero en la mayoría de las naciones
la calidad de la educación no progresa ni se aggiorna a los nuevos tiempos y apenas abate el analfabetismo, la
ciencia progresa a menor ritmo que los males que aquejan a los humanos y parecería
no tener el suficiente retorno para la población, y la cultura está bajo el
dominio del mercado, transformándose en un bien en proceso de desvalorización
en la bolsa de valores de los gobiernos.
Y solo vimos trabajo, ciencia educación, cultura y salud.
Aun hoy –y al igual que en el pasado- la Humanidad vive
pendulando entre la guerra y la paz, entre la riqueza y la pobreza, entre el
hambre y el despilfarro.
Aun hoy la Humanidad construye una Sociedad donde hay más
armas para dar muerte que recursos para sostener la vida.
Aun hoy la Humanidad no ha encontrado un líder religioso que
se plante en medio del frente de batalla y haga parar las guerras que mantienen
algunos humanos que se matan por mandato de los dioses.
Aun hoy la Humanidad no ha encontrado un líder político que
cambie las armas de sus ciudadanos por instrumentos para el arte y la cultura:
1 revolver= 1 violín. O una escopeta = 20 libros. O 1 rifle = 10 pinceles y una
acuarela.
Aun hoy la Humanidad pare naciones poderosas que actúan como
los únicos y valederos jueces, que deciden el destino del resto de los pueblos
en una partida de póker entre 10 y con las cartas marcadas. Cual modernos Minos
a las puertas del infierno del Dante, decidiendo con los rollos de su cola el
círculo destino del resto de los mortales.
Igual que ayer, unos pocos se aferran a su status con todas
las fuerzas, tanto como se esfuerzan en represar las demandas y el desarrollo
justo de los miles de millones que - desde la platea del patio trasero del
Mundo- ven como en el escenario esos poderosos titiriteros manejan los piolines
de sus marionetas representando una comedia en la que siempre son vencedores. Y
ya sabemos quiénes serán los vencidos.
Quizá el Hombre podría volver a los árboles.
Pero el camino ya está trazado. Y creo que el recorrido es
irreversible: ya no se puede volver atrás.
Lamento profundamente, no sabés con qué intensidad, que tengas tanta razón.
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