(Post dedicado a 25 de Mayo, o Isla Mala, que es lo mismo. Porque como dije en otro post, todo humano tiene un lugar de origen, y yo también tengo una geografía de mi tiempo cero.....)
Mi pueblo tenía tren y por lo tanto tenía estación, porque estando a la vera de la vía del ferrocarril no iban a permitir que éste nos despreciara pasando de largo y no parara. El tren era algo cotidiano en nuestras vidas, la estación un centro importante de actividad, y el jefe de estación una personalidad que como tal, actuaba. Los trenes entraban o salían cuando él tocaba la campana, suyas y solo suyas eran las órdenes al peón acerca de cuando hacer los cambios de vía y habilitar las señales. Vendía los boletos cuando no había empleado, firmaba los telegramas, controlaba los telegrafistas y el buen funcionamiento de los faroles con sus luces blanca, verde y roja, charlaba y bromeaba con los guardas de traje gris, hablaba en serio con los inspectores de traje azul porque éstos eran superiores y tipos serios.
Durante la semana, nos entreteníamos mirando los grandes embarques de ganado, los troperos arriando hasta la estación y luego empujando a prepo vaca tras vaca llenando vagón tras vagón del tren que al final partía, siempre rumbo a Montevideo, con los animales apretados de tristeza, maldiciendo su destino y rumiando su protesta mediante el olor acre de orines y bostas redondas chorreando para las vías.
En el tren viajaban para Montevideo todos los que trabajaban en AFE (mi tío Ernesto, el Beto Izaguirre), el tio Pocholo a soldar fierros en Colón, don Pintos y don Eduardo Ruétalo eran los comisionistas que llevaban y traían encomiendas, los Maciel mandaban ranas para el Victoria Plaza, y muchos desocupados del pueblo llevaban enormes paquetes con carne de contrabando en épocas de veda, trayendo a la vuelta los bolsillos llenos.… Para Florida los que íbamos al Liceo, porque el pueblo en ese entonces no tenía.
El tren traía toda lo necesario para los comercios: las bebidas para los boliches de don Sinforoso Ferreira, de la Avispa Solari, del Vasco Arniz; telas y sedalinas para la tienda de Antonia Badal, la de Hortensia Barreiro y la mercería de Pollak, jabones, harinas y azúcar para el almacén del Valija, el de Bachicha Oroño, el de Paolino, bolsas de fertilizantes para las chacras, y de afrechillo para las vacas lecheras de los tambos.
A las 11 de la noche pasaba el tren expreso para Rivera que ni paraba en la estación para no perder tiempo porque quien del pueblo iba a viajar para la frontera por esa época!!!Era lindo ver pasar ese tren. En el “crucevía” de Amarelle, el maquinista aminoraba la marcha más que nada por precaución - si casi no había autos para que necesitábamos barreras- y se podía ver los pasajeros cenando en el salón restaurant, atendido por mozos de saco blanco.
Pero la verdadera fiesta era el domingo. El cruce de trenes de las 6 de la tarde era el evento social que culminaba la semana. Cuando el tren llegaba chirriando, las ventanillas se abrían, y aparecían cabezas masculinas buscando las miradas de las muchachas del pueblo que iban a “dragonear”, pero aquellos amores duraban solo unos minutos, hasta que el jefe diera la orden de partida rompiendo la magia, cortando las fantasías!!!
Mi pueblo tenía fútbol. Solo en mi pueblo podían existir cuadros con nombres tan originales como Mate Amargo, Mejoral, y Sacarrola, o tan sencillos como Defensores del Norte o Defensores del Barrio.
Y la única cancha de la época, con bajadita para lo de Vidal, sin tribuna y con arcos de palos redondos de eucaliptos y red de tejido de alambre, los domingos se llenaban de gritos femeninos arengando a los muchachos. Allí pasearon su clase los Paris (Pipí, Bimbo y Tabaré), Cacho y Artigas Saldombide, el “Catalán” Pou, el “Pollo” Milbeck, el Curita García, “Carranza” y el Hindú Rava, el Picha, el Pocho Beltrán, Pocholo Pérez, todos los Abraham, el loco Gómez, Cachanata, “Pepe” y Roberto Oroño, los Bruschi, los Piedrabuena, Motiya Arias, los Figueroa, y tantos otros que se mataban a patadas entre ellos pero se unían mas que nunca cuando el seleccionado del pueblo debía afrontar aquellas “batallas” futbolísticas contra los vecinos cardalenses encabezados por los durísimos vascos Lanz.....
Mi pueblo tenía música. El fuelle de don Angel Gómez o el del Cheno, mi querido viejo, Teresa y Aníbal, el violín mágico de Chiquito Arias, la batería de Luisito Barbé o de Pirulo Piedrabuena, Pedrito Badal tocando el pandeiro, los firuletes tangueros del “Torniquete”, de Nelson y Perla, Juan Muniz con su canto y su guitarra, el contrabajo del Gato Navarro, las clases de piano de Licha Oroño, Atilio Vidal cantando “Almagro” en los picnis familiares de las Canteras.
Los bailes de disfraces eran en el 25 de Mayo o en el Democrático...Y si no era ahí, se iba en camiones a lo Valdés en el Paso de los Novillos, o al salón Valerio en Mendoza. Si el camión era cerrado con lona, el pasaje era más caro: llegabas con menos tierra arriba de la ropa pero mucha adentro de los pulmones.
Y a los bailes se iba de traje y de vestido. Para eso estaban los talleres de costura de Lola y de Maruja Pérez, y las sastrerías del Cholo Aguilar y del Ratón Dupuy.
Mi pueblo tenía olores que eran perfumes porque todas las casas tenían jardines con rosales, jazmines, malvones, boca de sapos, clavelinas y gladiolos. Y tenía quintas con perfumes de laureles, orégano y tomillo. Las madrugadas se poblaban de olor a leña quemada de los hornos de las panaderías, de las que salían los biscochos de Motiya, y la mejor galleta dura que conocí en mi vida, la del Tito Martínez.
El olorcito a pan y biscochos frescos viajaba casa por casa en la volanta del reparto de Chiarlita, que guardaba billetes y monedas en los bolsillos de un gran cinto marrón.
Sobraba la carne. Y en las carnicerías de Fagundes o en la del Lulo Barreiro, las modernas sierras eléctricas dejaban un olor especial al cortar las chuletas.
Mi pueblo tenía sonidos que a veces rompían los silencios de las madrugadas, como el de los camiones lecheros de Marcenal o del Negro Pereira que se iban cargados de tarros para Montevideo. O un solitario tren de carga que pasaba en la madrugada.
En la noche se escuchaban los silbatos de los “rondas”, agudos sonidos en clave con que los policías se comunicaban en sus recorridas de barrio a barrio y que irritaban a los perros.
Uno de los mas lindos era el grito del heladero, que venia de Florida y anunciaba sus “palitos vasitos heladoooooos” alegrando las siestas obligatorias en las calientes tardes de verano.
En mi pueblo no había quilombos, por lo tanto no había líos por las noches.
Claro que mi pueblo ya tenía luz eléctrica, pero solo en algunas manzanas del “centro”, por eso el cielo era bien oscuro y en las noches podíamos ver miles de estrellas aunque solo reconociéramos a Orión y su Cruz del Sur. En los bordes no teníamos radio, y a la noche no había otra cosa que hacer que leer y estudiar con luz de lámparas de queroseno, o de alguna vela.
Mi pueblo tenía macachines en los campos, berro en las cañadas, bichitos de luz en las noches.
En mi pueblo alcanzaba y sobraba con una sola comisaría y unos pocos milicos porque no había garrafas, radios de autos, equipos de audio, celulares ni maquinas de fotos para robar, por eso solo había algún que otro ladrón de gallinas, y algún que otro matarife que carneaba alguna vaca pero siempre “para la olla”. Claro que también había juez de paz, pero como el comisario no iba a andar pasando a juez a borrachos o pugilistas de algún partido de futbol, tenía también él, poco trabajo.
En mi pueblo alcanzaba y sobraba con una sola Iglesia y un solo cura. Alguna que otra misa, pocos casamientos, algún funeral, y el catecismo de los sábados al cual los gurises íbamos no muy convencidos porque en el fondo de la Iglesia no había canchita. Y al menos a mi no me seducía mucho tener que aprenderme el Padrenuestro y el Avemaría de memoria sin tener un partidito de recompensa. Apenas pude llegar al Gloria.
Teníamos correo. Pero como no había facturas para repartir, solo llegaban unas pocas cartas y alcanzaba que Waldemar Marinoni el cartero saliera de vez en cuando a repartirlas.
Alcanzaba y sobraba con dos taxis -de Eduardo Calcagno y del vasco Urrizaga-, con dos bodegas –la de Vidart y la de Giacosa-, con dos herrerías y talleres (la Guinea Cambio y el Pato Bermúdez), con un solo puesto de frutas y verduras (el de don Pandolfo, que vio a su hijo llegar a doctor por ser muy capaz) y con una sola peluquería: la del Chau Fierro, que no logró su sueño de ver a su hijo el Pacho jugando en Peñarol porque no tuvo suerte.
Como ya dije que los autos eran pocos, en mi pueblo había una sola Ancap atendida por el Nene Arias y con eso alcanzaba.
Alcanzaba y sobraba con un solo médico -el Dr. César de Alava- que estaba en todo momento, iba a todos lados y nunca sabia cuando iba a cobrar las consultas. Una sola farmacia: la de don Paco Guarnido. Y no existían especialistas, salvo Luisa Rappalini, la partera que ayudó a las madres de varias generaciones a parirnos en sus casas y en sus camas porque el pueblo no tenía Hospital y menos Sanatorio.
En mi pueblo había un solo cementerio y un solo campo santero –el sordo Marroco- y con eso alcanzaba bien. Porque éramos pocos, vivíamos tranquilos y la gente mayor era tan feliz que demoraba todo lo que podía para morirse. Por eso las flores sobraban, y las casas se llenaban con el perfume de los jazmines y las rosas.
Mi pueblo es también la imagen de mi abuelo sentado leyendo El Día, de la bondadosa mirada de ojos celestes de mi abuela, mis viejos, mi hermana, mis tíos, fin de año en familia y las botellas en el fondo del pozo de agua. Mi pueblo es don Severo Vidart, Amaranto, Tarantito, Juanita la Macanuda, la memoria de todos los cumpleaños del Toto Picón, los Aren, los Jordan, el Pepe Malacrida, Pinocho, Polola, los Barreiro, los Viera, los Cambio, los Rava, los picapedreros del barrio Las Canteras…
Ellos y muchos más a los que pido perdón por no nombrarlos son integrantes de mis vivencias, están en mi “mochila” parte ineludible de mi carga y no reniego de la misma!!!!
Cada uno de nosotros tiene su propia historia, Al fin y al cabo, solo es una cuestión de nombres, tiempos y lugares. Solo quería contarles esto y decirles que no estoy de acuerdo con Zitarrosa, al menos cuando dice:
“no eches en la maleta lo que no vayas a usar,
son mas largos los caminos p’al que va cargado de más...”
En todo caso todo lo que llevo no me pesa....Y sé bien que lo que me queda de camino por recorrer será más corto que largo, pero sin duda, sería mas triste viajar con la mochila vacía.....
Ah…y mi pueblo tenía escuela….pero esa es otra historia.
... qué lindo, Néstor!
ResponderEliminarno sabía que eras pintor, porque ésto, disculpame pero es un cuadro...
Gio
....... si habré viajado en esos trenes hasta los 6 años, cuando todos los fines de semana iba a visitar a mis abuelos en Florida!
ResponderEliminarUn abrazo desde Italia
Ernesto Valles
Muchas gracias por la sensibilidad compartida.
ResponderEliminarY eso dicho en la seguridad de que todo esto, tan lindo, no es algo que eches en la maleta sino parte constitutiva de la maleta. Hace a la misma. Entiendo que Zitarrosa se refería a lo que uno pone pa usar. Lo que vos compartís refiere al ser. Y apuesto a que ello aludirá, más aún, el variopinto anecdotario de la escuela! Una fiesta, sin duda - no?
Dada la altura del año en que estamos: felicidad y todo lo mejor (salud, paz, dicha) para ti y los tuyos.
El que no lleve en su mochila todos sus recuerdos, sus nostalgias, su pueblo y sus vivencias, está condenado a vivir toda la vida en el destierro. La distancia que tomamos de las cosas es simplemente física, porque dentro nuestro siempre estamos en “casa” y el pueblo y su gente están ahí nomas, atrás de los montes de eucaliptus o apenas pasando “aquel tambo”.
ResponderEliminarGracias por el color que le das a nuestra tierra, yo estoy siempre cerca de Isla Mala, porque desde la Cuchilla Santarcieri es solo un trecho.
El Tordillo
Tu pueblo! 25 de Mayo,fue donde levanté una tiza por primera vez, y donde sentí que ser maestro es otra cosa, o era otra cosa...no sé. Sabés que a veces no me animaba a decir Isla Mala delante de algún mayor.Me habían advertido, yo tenía 20, años,estrenaba túnica y no jugaba de locatario. Cuántos recuerdos ...cuando corríamos el tren de las 5 y 10 porque queríamos llegar a casa temprano. Cuántas caras se me acercan a la memoria, gente grande ya...cuando me saludan después de tantos años..."se me pianta un lagrimón..." Un abrazo. Roberto Diringuer
ResponderEliminarUno que es nacido en este pequeño pero gran pueblo y que sigue viviendo en el , se enorgullece primero de su pueblo y despues que hijos de este pueblo que llegaron tan lejos sigan recordandolo con tanto cariño.un fuerte abrazo Amparo Arias
ResponderEliminarHermosa forma de descibir a tu pueblo, que es el mío también. Los años han pasado y el pueblo no ha cambiado tanto... Afortunadamente, aún podemos contemplar las estrellas en la inmensidad de la noche. Seguramente lo que más extrañamos es la "gente que no está y las cosas que ya nunca volverán"...
ResponderEliminarGracias por recordar. Adriana
Sea el pueblo la epoca o los recuerdos diferentes, hay relatos como este en en el que me siento identificado.
ResponderEliminarGracias.
Eddy
Gracias primo por traerme recuerdouestro pueblo al cual sigo llendo y gracias por recurdar a Papa tu tío Ernesto ferrocarrilero de alma. Y los recuerdos son como " al alma espejo de la vida"
ResponderEliminarRecorrer con la mirada e ir leyendo lo que has escrito, es trasladarme, con la imaginación, a aquél entonces, oler los perfumes, oir los sonidos,..imágenes que vienen y van por la mente ,viendo a "Mi Gente Querida",abrazándola, hasta más no poder,bajo el influjo de las palabras cargadas de añoranza.
ResponderEliminarY sintiendo en mi piel,cada milímetro de aquella "Isla Mala ",repleta de poesía por"Sus Personajes " y jazmines en flor,como los de "Mi Casa "con sus josefinas y el Centenario Ombú,en cuyo centro acunaba a mis muñecas y sus enormes raíces sostenían los pilares de la Casita Improvisada que fabricábamos con mis amigas para ,desde allí ,contemplar ESE cielo limpio y sereno.
¡Y cuánto más para decir !..Gracias Néstor.Un abrazo.Marisa Solari Marinoni.
Muy lindo lo que escribió! recordando gente del pueblo años atrás.
ResponderEliminarYo también llegué a viajar en trén cuando estudiaba; y tengo gratos recuerdos.
Me alegra que recuerde gente de mi familia,como mi padre"lulo", mis tías, Hortencia y Pola.
GRACIAS!!!
y yo recuerdo.... un "café con malicia"... de madrugada x alameda.Una cena en: "parque O"HGGINS"... Una tarde en el cerro S.C. Mirando STGO..... QUE bellos recuerdos. Existen amistades q perduraran toda la vida. Recuerdo tambien."Mi vida está partida en dos antes de C Y despues de C"...un abrazo y los mejores deceos de quien siempre a querido lo mejor para ti y toda tú gente..... siempre tendras un lugar en mi humilde hogar.
ResponderEliminarNESTOR ME ENCANTO LO QUE HE LEIDO ESAS SON LAS COSAS QUE HAY QUE ESCRIBIR Y PUBLICAR ,NADA DE CIENCIA FICCION,SINO LAS REALIDADES QUE HA VIVIDO NUESTRA GENTE ,QUE SON COSAS QUE SI NO SE ESCRIBEN Y SE PUBLICAN SE PIERDEN CON LOS AÑOS.PUBLICA TODO LO Q ESCRIBIS,PARA LAS GENERACIONES QUE NO CONOCIERON COMO SE VIVIA ANTES,Y COMO SE PODIA VIVIR FELICES SIN TODA LA TECNOLOGIA ACTUAL,QUE NOS GUSTA SI,PERO NO NOS HACEN MAS FELICES QUE EL OLOR A PAN CASERO, LOS AROMAS DE LAS FLORES,LOS SONIDOS COMO EL PITAR DEL TREN,QUE SE YO ,MILES DE COSAS QUE SE PUEDEN CONTAR DE ANTES HAY QUE CONTARLAS Y PUBLICARLAS.UN ABRAZO.YO CURSE 2o AÑO DE ESCUELA ALLI PORQUE PAPA FUE COMISARIO UN AÑO,VOLVI A SER MAESTRA DOS AÑOS **72 Y 73 Y TENGO EL MEJOR DE LOS RECUERDOS DE LA GENTE DEL PUEBLO.
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