Camina errático. La gárgola de ópalo del gótico de una
iglesia le envía un guiño místico, diabólico, como un cómplice y fiel intérprete de su anacrónica soledad.
Por el rectángulo de una ventana alegórica sale una canción pusilánime
que habla de un amor pretérito, y unas
flores decrépitas le regalan un aroma pútrido con gusto a arsénico.
En la plaza, cinco criaturas demoníacas bailan en círculo una
danza impúdica, riéndose bajo la mirada impávida de su hermético coreógrafo, mientras
un ejército de nómades gotas de lluvia se entremezcla con sus lágrimas de
acrílico…
Un sátrapa encaramado a la cúspide de una estatua ejemplifica
una incoherencia histórica…
Rápido, pero no colérico, regresa a casa.
Intenta escribir una música que suene sólida y acústica. Es enemigo
acérrimo de aquella electrónica, basada en la matemática traducida a la informática.
No logra ser fructífero. Solo crea algo que califica de mecánico,
insípido y sin vértigo. Comprende que nunca será célebre ni tendrá fanáticos melómanos,
menos aún filarmónicos clásicos…y mucho menos aun musicólogos típicos.
Intentando escribir algo inédito se hunde en la dinámica del
océano endógeno de sus sentidos, en una frenética exploración intrínseca de términos
prácticos.
Pronto intuye que pierde la brújula al poner énfasis en la
búsqueda de una lírica poética. Se siente preso en las áridas e inhóspitas
cárceles de pensamientos tan heterogéneos… Solo construye líneas inútiles…
Poniéndose crítico, su análisis determina que esta noche su veta
artística no tiene valor intrínseco. No surgen caminos fantásticos para sus
ideas, y éstas huyen en dinámica diáspora. Ya poco queda de la multifacética fábrica,
y hay déficit en el depósito de ideas: ya no persiste ni una mísera metáfora…
Se terminaron los préstamos, ya no tiene crédito…Es el
epílogo.
Concluye que, en realidad, él mismo es un cómodo múltiplo de
lo ya vivido –es probable- por un excéntrico héroe anónimo…En fin, su nombre no
es mas que el prólogo estúpido de algo ilegítimo,
tal vez hasta pérfido. La situación es patética…
Impertérrito, contempla su vida desde el ángulo fatídico de un
mensaje en código marcado en un ábaco de cerámica.
A propósito, será algo póstumo? Tanto va el cántaro a la
fuente…
Ya en éxtasis, reconoce que su alma tiene un dolor agudo y
que su existencia es grave.. Pero la carátula sin número del lívido expediente
de su vida dice que ésta es, y por siempre será (horizontal, nueve letras, con
acento en la antepenúltima sílaba): esdrújula.