En la Plaza Matriz, un botija aporrea un bandoneón al lado
de un vendedor de sombreros bolivianos. Suenan las campanas de la Catedral cada
15 minutos, almuerzan los empleados bajo las sombrillas de los restaurantes.
Pasan apurados los mandaderos a hacer los trámites ante BPS, DGI, IMM, bancos…
Dos inspectores de tránsito caminan lentos por las veredas, como de
cacería… Un hombre corre presuroso a comprar el ticket del estacionamiento de
su auto.
Una pareja de rubios turistas, con mochila y botella de agua
en la mano, sonríen agradecidos porque un automovilista les da paso al pie de
la puerta de la Ciudadela.
Un botija y su guitarra le cantan a una muchacha, sentados
en la Rambla, con el termo y el mate entre ambos. Un barco que entra lentamente
en la bahía parece estar estacionado, escuchando una canción que no escucha.
El gusano loco del parque Rodó descansa de su giro eterno.
Igual sonríe… La gente camina, corre, por la Rambla.
Dos perros juegan en
el Parque de los Aliados. Un grupo de muchachos disputan con ardor un picado en
los Accesos.
Siempre hay sirenas sonando cerca de Tres Cruces. Ómnibus que
salen y llegan.
Tuve la extraña sensación que el tiempo se detenía.
Y que no importaba el precio del dólar, ni la problemática clasificación de Uruguay al Mundial de Brasil,
ni los dichos de Mujica, ni el casamiento de Forlán…
Ni las bombas que estallaron en Boston, ni el incendio de la
fábrica en Texas, ni la matanza de civiles en Somalia por un avión norteamericano…
Ni la denuncia de Lanata y los dólares de los Kirchner que
pasaban por Uruguay, ni la bronca de Cristina, ni la baboseada de los pibes
argentinos tras el empate de anoche…
Pensé: que raro que todavía no suenan los tamboriles. Es
temprano. Será mas tarde, me dije…
De pronto siento el bocinazo. Una camioneta, enorme, casi me
empuja a que arranque en el semáforo donde estábamos detenidos… “Estás en
Bavia,” me grita su conductor al pasarme poco mas adelante…
La ciudad (linda, soleada, luminosa y sin humedad) respira, vive; con poco maquillaje, como nos
gusta a nosotros.
Mansamente, bajo el tibio sol de abril.
Escrito bajo el tibio sol de abril pero insertando con calidad las noticias con que nos bombardean desde los medios!!
ResponderEliminarGracias Anónimo!!
EliminarQuiero detenerme un instante en un rincón.En esa zona de la Matriz, en la peatonal, siempre está tocando un músico callejero. Un guitarrista rubio, que creo que se llama Antonio. Me da pena no lo hayas encontrado. Que bien que toca el pibe.....Toca bossa, tango, pero también clásico, principalmente música española, Albeniz, etc...Siempre se para mucha gente a escucharlo, y muchos de esos turistas rubios compran sus CD. Al fondo la Catedral, del otro lado el Cabildo, en el medio la Plaza, con su monumento repleto de simbologías, muchos bancos ocupados, otros.... siempre vacíos, porque las palomas los ensuciaron.... Un rincón de la ciudad donde se funde el tiempo. Una postal distinta, porque además del sol, el tiempo detenido, suma el sonido de la guitarra de Antonio.... No lo viste... tienes que volver por ahí otra tarde soleada, cuando Antonio esté tocando Albeniz, y rica bossa.
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