Seres humanos despreciables que en nombre de un dios, o de
una ideología, casi siempre con el motor de alguna patología, se han abrogado
el derecho de asesinar minorías étnicas e ideológicas por el solo hecho de no
ser ni pensar como ellos.
Hacedores de la guerra, manipuladores del poder mundial,
sectarios que solo defienden sus intereses de todo tipo, dueños de la opinión
que desinforma y deforma la realidad según sus intereses.
Fabricantes de armas, vendedores de ilusiones de un falso
mundo mejor, viles usureros de almas incautas, abusadores mediante el poder del
dinero…
Violadores de todos los derechos de los humanos, que desde
el alto o desde el llano aplastan con el pie de su adoptada superioridad los
derechos de los indefensos, de los pobres, de los desprotegidos, de los niños…
Seres humanos aborrecibles, que deshonran la especie humana,
y que han desdeñado la vida de sus congéneres. En fin, aquellos seres a los
cuales la Historia -y no siempre la Justicia- los ubica en el mas bajo peldaño
de la escalera de la degradación, en el recipiente de la escoria de la especie
humana.
La reciente muerte del dictador argentino Rafael Videla me
ha llevado a pensar que la Humanidad se está debiendo la construcción de un
gran cementerio universal virtual, donde el resto de los humanos podamos
colocar lo que queda de los mas recalcitrantes y execrables individuos del
Planeta.
Un lugar no para ir a recordarlos, sino para saber que allí están,
todos juntos, en un único nicho virtual. En igualdad de condiciones, mostrando
los blasones de su abyecta estirpe. Revolcados en el mismo despreciable lodo de
la miseria humana.
Un lugar en el espacio virtual, lejano, pero a mano para que
toda la Humanidad recuerde y tenga en cuenta sus miserias, para no permitir que
éstas ocurran nuevamente, con otros miserables, con otros despreciables que ya están
acá o están por venir…
Un lugar al cual la memoria de los miles, millones de seres
humanos que afectaron golpee la puerta a cada rato para que sus almas nunca
puedan descansar en paz.
Recién caigo en la cuenta que sería una utopía: estos nunca
tuvieron alma.
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